
—¿Cuál es la velocidad del sueño?
—No lo sé. Tal vez es... Pero no, no lo sé... En realidad, acá, lo que se sabe, se sabe en colectivo.
Subcomandante Marcos
En el equipo zapatista se mira mal al que intenta la gambeta, porque esconde el pase al compañero. La condena, en realidad, rescata la esencia del fútbol. Un juego que debería enaltecer la idea de que todo es de todos.
Maradona cometió un doble atentado contra el espíritu de la izquierda en un mismo partido. Una vez en la corrida desde mitad de cancha en la que ridiculizó a cinco, diez, miles, ya no se sabe a cuántos jugadores ingleses. Igual debió justificarse: “Todo el tiempo miré a Valdano para darle el pase, pero nunca encontré el hueco exacto para asistirlo”. Antes había burlado al arquero rival, al árbitro y a millones de televidentes en un salto inmortal. “Fue la mano de Dios”, exageró.
Con su fútbol y sus palabras, el 22 de junio de 1986 Diego hizo apología del individualismo. Qué dudas caben.
Sin embargo, estoy seguro de que el comandante Marcos lo hubiese eximido de cualquier acusación. Nadie podría señalar a Maradona por no pensar colectivamente aquellas jugadas. No cuando se trató de expropiarle la sonrisa al Imperio.