jueves, 15 de abril de 2010

No lo dude: dude


En el reino de las dudas se jugó un partido de fútbol con el único fin de obtener, aunque sea, una certeza. Por tratarse de una tautología, nada como un resultado para llegar a una conclusión.
Fue necesaria en el terreno de la vacilación una moneda lanzada al aire para determinar el escenario del juego. Amsterdam o Londres (no se supo porqué) eran las sedes en cuestión. Cara marcó el destino, que en este caso equivalía a que el partido se disputara en la capital holandesa.
Como en todo reinado, en el de las dudas también había princesas, príncipes, reyes, reinas, bufones, cortesanos, custodios y custodios de los custodios. Así que fueron ellos y ellas los que oficiaron de futbolistas.
Los problemas surgieron desde el principio, cuando no hubo acuerdo para la elección de las camisetas. En ese caso, la duda era por el color: negro o blanco; blanco o negro. Dirimido ese asunto, lo que generó nuevas controversias fue el talle que le correspondía a cada uno. Los flacos más flacos y los gordos más gordos se quejaron por la falta de su justeza en sus respectivas ropas.
Ya durante el partido hubo dudas acerca de quién jugaba para cada equipo. Dudas en el tiempo que duraría el partido, en la cantidad de cambios que se podían hacer, en la imparcialidad del árbitro, y en otra larga lista que -permítaseme la certeza- es recomendable resumir en etcétera.
En lo que no existió cabildeos fue en destacar la belleza del gol de una princesa: de chilena y al ángulo.
Cuando terminó el partido casi nadie sabía si festejar o entristecerse por el resultado. Se destacaron excepciones, pocas, que sonrieron por el triunfo o se resignaron ante la derrota. Paradójicamente fueron aquellos y aquellas que, con conciencia, no dudaron en dejarse llevar por las dudas. Acaso la mejor manera de encontrar certezas.

El texto va dedicado a quien se sienta identificado con estas líneas. Y a dos futbolistas cuyos apellidos enaltecen el acto tan humano de la indecisión: Emiliano Dudar y Rafael Dudamel.

Ahora me queda una duda: ¿por qué escribí sobre las dudas?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre, excelente. De so no hay dudas.

Elmismoque visteycalza dijo...

Mientras la duda no te carcoma...