lunes, 21 de marzo de 2011

Gol en contra


Le pareció que no podía y se condenó a la autocensura. Creyó que no era posible y se dejó engañar por su propia realidad. El hombre al que el dolor de los años le había robado los sueños no imaginó ser campeón. Ni quiera el éxito de los resultados le devolvía las ganas de dejarse seducir por la fantasía. Nada. Huérfano de querer hacer, se entregó a la suerte de los otros.
Era el jugador al que ningún arquero le había encontrado el talón de Aquiles. Hasta que dejó de hacer goles. No porque su técnica hubiese perdido exquisitez o sus músculos potencia. El goleador dejó de creer en sí mismo y descartó de su menú el tiro que busca el ángulo, el toque sutil que se acomoda entre el palo y la mano del arquero, la picada de pelota que corta el aire. Fue la profesía autocumplida. Dejó de patear y los goles desaparecieron de sus sueños. Aunque creo que fue exactamente al revés. Por no imaginar, ya no hubo remates que refrendaran su chapa de goleador. Ni siquiera cuando su equipo dio la vuelta olímpica pudo festejar. El muerto-vivo dejó de soñar despierto. Y, una vez campeón, no pudo sentirse campeón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Insisto en que en ningun lado encuentro textos como los hay aqui.
Un enorme placer.

MM