sábado, 5 de noviembre de 2011

La reivindicación


Desde chico había soñado con ese momento. En honor a la verdad, lo había soñado diferente; pero no se quejaba. A pesar de los matices, entendía que lo importante era más o menos como lo había imaginado.
Arrancó el día nervioso, con movimientos delatores que devolvían la escena de un gato merodeando algún recoveco. Se desplazaba con pasos cortos en ninguna dirección específica. Iba y venía mientras hurgaba en el dial información sobre su equipo. La eventual vuelta olímpica no era tema de la agenda periodística nacional, pero algún interés despertaba. El cuarentón sabía inlcuso más de lo que podía escuchar en la radio; sin embargo era el atajo directo para achicar las ansiedades.
Cuando empezó el partido, paradójicamente, se calmó. Como si le hubiese causado más resquemor recorrer el abismo que experimentar el salto al vacío. A medida que avanzaba el relato se permitía disfrutar de la final, de la primera que jugaba su equipo.
La explosión del llanto lo sacudió una vez que el relator pronunció la palabra campeón. Antes, ni siquiera había gritado el gol del triunfo.
Condenado a todavía cinco años más en ese mismo lugar, el hombre se abrazó a los barrotes de acero y miró hacia el cielo, interrumpido por un techo descascarado y cubierto de humedad. Y sin decir, agradeció estar vivo para paladear la gloria.

1 comentario:

Anónimo dijo...

GRAN HISTORIA!

L.