domingo, 6 de septiembre de 2009

Garganta profunda


Los goles silenciosos son como el sexo sin gemidos. Se deben gritar los goles, como los orgasmos. Si no, el baile de la pelota dando vueltas en la red se queda sin música. Y el gol pierde su gracia. Lo mismo ocurre con el mágico intercambio de fluidos genitales. Para que sea mejor, es fundamental que lo acompañe una melodía de gritos incontenibles. Habida cuenta de la simbiosis entre música y movimiento, tanto para el fútbol como para el sexo existen gargantas privilegiadas. Esas que pueden cantar goles sobre la hora, hasta alcanzar el paroxismo. Y también para elevar la voz a los cielos, como anuncio final de un acto de amor. El hombre de la foto debe ser (¿cómo no serlo?) un gran gritador, que mejor tenerlo en tu tribuna. El mundo podría enterarse cuando su equipo (el tuyo) hace un gol. Pero más vale no tenerlo de vecino. Al menos cuando decide que es hora de permitirle amar también al cuerpo.