Puños apretados
De un lado los postergados. Del otro, los otros. Los que postergan a los que tienen poco o casi nada les dejan tener. El partido fue el desafío de unos por internar demostrar que en la vida no siempre ganan los mismos. La aceptación de los otros tuvo que ver con la omnipotencia de entender que la dominación cada tanto hay que refrendarla. Acaso la burguesía no concibe su vida sin ostentación. El acuerdo quedó sellado con el primer pitazo del árbitro, que –¿indicio de revolución postergada?– fue elegido por los que siempre eligen. De un lado jugaban los amigos que no compartían nacionalidades pero sí todo lo demás. Ernestito, Fidelito, Marquitos y el Evito nunca se conocieron en la infancia, aunque ellos hubiesen preferido compartir la niñez. Era el equipo donde jugaban los que el tiempo desacomodó y las ideas acercaron. Eran chiquitos esos jugadores que se animaban a soñar goles en el arco contrario, aunque les costara dar dos pases seguidos. Del otro lado estaban los otros, ya grandes, maduros e insensibles a la aparente debilidad de sus rivales. Un tal George, Tony, el Tano Silvio y Mauricio eran jugadores que siempre tenían la pelota apretada bajo la suela (de la bota). Sus goles no eran gritados por las mayorías, pero eso no les impedía seguir avanzando sobre esos idealistas que fueron niños ese partido para desafiar a una época. Niños que cuando parecían vencidos por una goleada irremontable se hicieron jóvenes, ancianos, mujeres, obreros, maestras, y muchedumbres y fueron tantos que los goles se mudaron de arco. Buscaron amparo los que antes ganaban en sus empresas, en las grandes corporaciones, pero ya no eran murallas de contención para evitar el paso de los trabajadores con la pelota en su poder. Y Ernestito fue Ernesto y fue tantas veces Ernesto, lo mismo que Fidel, Marcos y Evo, que el partido se hizo enorme y ya no hubo una sola cancha, debido a tantos jugadores. Los árbitros también se multiplicaron para dirigir pero ya no cobraran siempre para el mismo lado. Lo otro fue sencillo: de la mano de esos jugadores que se animaron a romper los resultados impuestos llegaron las conquistas permanentes y los gritos sagrados, que hoy no paran de escucharse en todo el mundo ¡Qué vivan los goles de los que siguen soñando una Revolución!
Este es un reconocimiento a los obreros de Zanón, recientemente expropiada de manera definitiva por sus trabajadores. Los goles de la ahora Fasinpat (Fábrica sin patrones) se hicieron en una cancha de Neuquén, donde se encuentra la empresa ceramista. Pero se festejaron en demasiados lugares. Sobre todo en Bolivia, Cuba y Chiapas, ahí donde viven los Evos, los Ernestos, los Fidel y los Marcos. Los que siguen jugando en el mismo equipo de siempre.
4 comentarios:
Fidel, Evo, Marcos...son ejemplos de que todavia vale la pena luchar por algo que el capitalismo persigue quitarnos LA DIGNIDAD....no hablemos de los muchachos y muchachas que recuperaron Zanon....esos son proceres....
El comandante Ernesto Guevara es y sera por siempre MI UNICO HEROE EN ESTE LIO...
Me alegra encontrar un espacio donde el fútbol sea usado como excusa para hablar de otras cosas y no al revés.
Aguante la ex Zanon
Mis saludos y respetos al fantasma del Flaco Garate. Es un honor volver a contar otra vez con la voz de los fantasmas...
Agueante Fasinpat
Buen blog
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