lunes, 5 de julio de 2010

El agua bendita


Roberto tiene cincuenta y pico pero nunca se olvida de lo que le pasaba hace más de cuarenta años.
Me jura que de Independiente es fanático, aunque cuando juega contra Boca no puede gritar los goles. Con un discurso que podría convencer hasta al más escéptico me insiste en que, de todos modos, quiere que ése partido lo gane el Rojo.
Como sea, cuando enfrente está Boca no le sale el grito, lo aguanta nostálgico en la garganta. Hay explicación en los recuerdos tan vivenciales. Eso me dice Roberto, que es de Independiente, está clarísimo, pero que un poquito le duele cuando le ganan a Boca.
—¿Sabés qué pasa?— me apunta con crudeza. —Yo era pobre, pero pobre de verdad. En casa no había un mango y el viejo nos daba lo que podía.
Del inventario futbolero no se le escapa nada. Lejos de reivindicar su memoria, el secreto radica en la escasez. Imposible olvidarse de la única pelota que tuvo y aquella camiseta apolillada de Independiente que usó hasta los 15 años, cuando ya no hubo manera de calzarla en el cuerpo.
Para su suerte había un tío ávido de darle el gusto. Roberto vivía a dos cuadras de la cancha de Boca y entonces empezó a ir al club que le quedaba a mano. No necesariamente a jugar con los otros chicos. No.
Para los menesteres futboleros Roberto tenía su propia pandilla de cuadra.
—Al fútbol se jugaba en la calle— me marca. Y en su remate ni lugar quedan para las suspicacias:
—En el club jugaban los pitucos.
Sin embargo, no puede archivar los días en los que iba a Boca.
—Sabés, flaco— me dice. —¿Sabés por qué iba a Boca? Porque ahí, en los vestuarios, me podía bañar con ducha.
Roberto me lo cuenta y se emociona. Se le llenan los ojos de lágrimas y rompe la escena con una anécdota.
—Por eso una vez me banqué en el mayor de los silencios una joyita de Bernao, que la enganchó de taco y dejó la pelota mansita adentro del arco. El mejor gol que vi en mi vida me lo saboreé mudito.
Lo miré sin agregar palabras.
—¿Me entendés que en casa no había lujos y que bañarse era una enjuagada así nomás?
No puedo olvidarme de tanta felicidad, flaco. ¿Sabés lo que era para mí sentir el agua cayéndome en el cuerpo? Pensalo. Cómo mierda le voy a gritar un gol a Boca.

5 comentarios:

El Negro dijo...

muy bueno, me gusta esta clase de cuentos

Anónimo dijo...

muy bueno, me gusta esta clase de cuentos

EL Negro

Anónimo dijo...

Gran historia, loco

Anónimo dijo...

uf, me hiciste emocionar. todo lo que hay detras del futbol y a veces no nos ponemos a ver mas alla del negocio que representa.
esta bueno rescatar este tipo de cosas.
siempre leo el blog, aunque casi nunca comento.

MAXI

Anónimo dijo...

Defe capo del fútbol es una excusa