lunes, 23 de agosto de 2010

Buen provecho


Ernesto come fuera de su casa todas las noches. No por el gusto de la alta gastronomía. Tampoco por su contrario; es decir, sus salidas no responden a la aversión por la comida casera. Ocurre que Ernesto está solo. O es solo, tal cual repite cada vez que se lo interpela por cómo anda, cómo está, qué le gusta leer o cualquier cosa que se le pregunte. El ejercicio de la indagación trivial tenía siempre el mismo final en el caso de Ernesto. Con profundidad, este hombre de buen talante y mirada nostálgica redunda: soy solo.
Desde que su mujer falleció, la cena se había convertido en su carga más pesada. El desafío de llenar la panza incluía un plan para desactivar la memoria emotiva. Fue por ella más que por él que arrancó su ronda de noches por restaurantes.
Su primera mesa compartida con un comensal hasta entonces desconocido fue hace unos años. Un hombre que también, como él, tendrá unos setenta años. Sin acordar encuentros, los dos solitarios se fueron cruzando en el mismo lugar, en idéntica mesa.
El compañero de Ernesto es hincha de Boca. Militante del fútbol, su tema preferido es el partido del fin de semana de su equipo.
Siguiendo el manual del amigo nuevo, Ernesto se consustanció con la causa y habla de Boca con la enjundia de un fanático.
De a poco, gracias al fútbol, la amistad se hizo resistente a la casualidad. Hasta hace dos años no habían compartido la cancha, ya que Ernesto se excusaba por un dolor de rodillas que arrastra desde hace diez años. Pero el día que Boca estaba por dar la vuelta olímpica no hubo evasiva posible. Su compañero de soledades le había hecho una invitación inadmisible de rechazar.
Fue por su gran aliado que Ernesto volvió a la Bombonera; la última vez había sido en un clásico con River. Una lágrima se le cayó al hombre que ya no se siente solo a la hora de la cena. Una lágrima como la que vio recorrer por la cara de su amigo, cuando Boca hizo el gol que le dio el campeonato. Fue un abrazo intenso que se dieron al final. Un momento sentido de dos tipos sensibles, viudos, y adoradores del fútbol. Uno, fanático de Boca. Ernesto, venenoso hincha de River.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez más, impecable.
Este Ernesto me hizo acordar a mi tío.
Me encantó eso de "compañero de soledades".

MM

Negro dijo...

Batata diria pero que ¡¡¡ Linnnnnnnndo !!!