lunes, 2 de agosto de 2010

La esencia


Vi al equipo de los descalzos. Le vi la tierra debajo de las uñas de los pies y le vi los callos en los deditos. Arrastraba ese equipo una chuequera simpática y la planta pelada. Todo a la vista.
Pero ese grupo tenía aún más desnudo el corazón. Los de patas curtidas por el aire y el suelo jugaban a jugar y se imaginaban que el mundo y sus vidas podían ser mejores si se pasaban la pelota. Cuando pateaban, los descalzos nunca dejaban de sonreír.
A veces sufrían los pisotones de los otros, de los rivales con botines. De esos que necesitaban cordones para sujetar y cuero para revestir el cuero. Coincidentemente con sus pies, los equipos con botines tenían recubierto el corazón. Ninguno se permitía soñar. El partido, entonces, quedaba encerrado en lo que allí pasara, sin agregarle o quitarle emoción. No eran como los descalzos. A ellos sí que les gustaba pensar que el juego sólo tenía sentido para burlarse de la realidad.
Nunca se vio a un equipo tan feliz. Aunque perdiera. Se las arreglaban los de patas libres para imaginar que habían corrido como ninguno, festejado como pocos y entendido el secreto del fútbol a la perfección. Así, desnuditos, sin nada que se interponga entre los pies, el corazón y la pelota.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

siempre es bueno recatar la esencia de las cosas.
lo de los descalzos me hizo acordar a los descamisados, jaja.

besos

Anónimo dijo...

Un sitio mágico donde la sonrisa es más que el propio gol.

Elías