lunes, 11 de octubre de 2010

Sentadito, en la Doble Visera


Fue así, tal cual. Me lo contó Claudio Gómez, un personaje entrañable, militante de la verdad y la propagación de las historias de barrio.
Una aclaración: ya pasaron 16 años de una anécdota que no pierde vigencia y emoción en las rondas de café del bar Mundial, donde Valentín Alsina reúne a los futboleros mejores entrenados en el arte de la palabra secretamente mentida. Lo que sigue, sin embargo, es una excepción a esa regla tácita.
El Independiente de Brindisi había encendido el infierno con una seguidilla de triunfos fulgurantes y cerraba el torneo contra Huracán, que estaba primero con un punto más que el Rojo. Los días previos al choque, Avellaneda era la capital nacional de la locura; conseguir una entrada era pedirle a un mudo que hablara o a un paralítico que se pusiera de pie. Dos amigos de Néstor Viola habían hecho lo imposible por conseguir entradas y le habían fallado hasta los contactos más confiables.
Sin chances, la idea surgió de Cacho. Después de reflexionar las consecuencias deseadas y las otras también, pensaron en Roberto. El hermano de Néstor era el hombre clave; la llave maestra para un plan perfecto. Sensible al fanatismo ajeno, el mayor de los Viola concedió al pedido y sacó a su hermano, por dos horas, del lugar en que ése hombre se pasaba la vida.
Roberto vivió aquella tarde hundido en la cama; había entregado el trofeo preciado. Su silla de ruedas fue un pase libre para dos: Cacho entró sentado y el Cone ofició de acompañante-empujador.
El 28 de agosto de 1994 Independiente goleó 4 a 0 a Huracán y dio la vuelta olímpica. Acaso un hecho menor, desprovisto de quimera en comparación con el salto que pegó Cacho, después del primer gol. De pie, a los gritos, fue descubierto por un policía, que, incrédulo, observaba la escena. Con las lágrimas por las mejillas, Cacho advirtió la mirada celosamente puesta sobre él. Y entonces hizo rugir la frase que lo salvó de ser expulsado de la cancha:
—¡Milagro, milagro. Esto es un milagro!
Claudio Gómez me juró que Cacho se abrazó con el Cone durante dos minutos y, pasada la emoción, se sentó de nuevo en la silla de ruedas. Nunca más se volvió a parar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Aguante el Rojo de Gustavito López, Dani Garnero, Rambert, el Palomo. Equipazo!

AYE dijo...

Digamos que Claudio Gómez es un confirmador de leyendas, no? A mí me cae muy bien, aunque sea hincha de Independiente.

Mariano dijo...

Te descubrí. Qué comentario infame.

Tenés bronca porque sabés que nunca te voy a querer más que a Independiente. ¡Nunca!

marce / lechu dijo...

Creo que quedé en medio de un conflicto marital. Chicos, calma: reflexionen... que Independiente no les arruine el amor!

Besos

Anónimo dijo...

Si Gómez es un militante de la verdad, el Tanque Giménez es la confirmación de la verdad.