martes, 14 de diciembre de 2010

De local, siempre firme


Ver jugadores como el Gordo Valdés, Tito Pousada, Agustín Reinaldi... ¡Agustín Reinaldi, qué lo parió! Ese sí que la tenía atada, viejo. Una vez le vi hacer uno de esos goles que no se olvidan por nada del mundo. ¡Se gambeteó hasta a los compañeros! Así y todo no lo grité.
En realidad yo no gritaba ningún gol. Así de claro, viejo. Y ni hablar de tipos que pasaron por el club como Mario Miranda o el Chino Villanueva. Ojo, cuando se las pudieron tomar del club ni lo pensaron. Pero acá, sin embargo, los tipos son recordados por los dos campeonatos ganados en el ´83 y el ´84. ¡Y cómo! Son ídolos en serio, eh.
En un partido Villanueva estuvo ahí, justo ahí donde estaba yo; casi al lado. Pero no le dije nada. Ni un “¡Grande, Chino!”, nada. Por ahí para no desconcentrarlo; aunque más que nada fue por una cuestión mía. Lo que pasa es que lo mío iba por otro lado. Yo era un hincha silencioso, diría.
El día que salimos campeones en el ´84 quería ir y abrazar a todos. Pero no, me quedé en el molde. La vuelta la dieron todos, eh. Los jugadores y los hinchas que habían entrado. Menos yo. Yo me quedé paradito a un costado, mirando. ¡Y eso que era fanático! Sin embargo nunca perdí la línea; siempre fui un tipo medido.
Me acuerdo, también, la vez que cayó una pelota justo donde estaba yo. Íbamos perdiendo 1 a 0 pero ni me moví. Seguí mirando derechito para adelante.
—Dale boludo, alcanzá la pelota!— me gritaban los muchachos.
Yo seguía en la mía: era así, viejo, le gustara a quién le gustara. Eso sí, como a todo buen hincha, no me faltaban las cábalas. Yo me ponía siempre en el mismo lugar: cerca del córner derecho del lado de la tribuna que daba a las vías del tren. Y ahí estaba, siempre; aguantando muchas veces por adentro. Porque sufrir, sufría.
De local estaba siempre. Firme, no fallaba nunca. Eso sí, en la cancha me portaba como un señor. ¡Nunca un insulto! Y eso que a veces jugaba cada uno que era para matarlo, eh.
En esa época siempre me la banqué calladito; otros tiempos. Ahora es otra cosa. Puteo hasta a los que son buenos y grito los goles por todos los que me callé. Es que la cosa cambió, viejo. Desde que me retiré de la Policía, la cosa cambió.

2 comentarios:

Carlos dijo...

Excelente tu blog hermano, sigo cada una de tus entradas, solo como curiosidad, ¿Por qué siempre permanecias callado y no expresabas los sentimientos en el tablón?, un saludoy un abrazo desde Guadalajara, México.

Negro dijo...

Espectacular. Buen regalo de cumpleaños esta historia.-