lunes, 23 de mayo de 2011
Los guardianes de la memoria
Hay un mundo perdido. Un tesoro repleto de sensaciones, pedacitos de canchas, tribunas lejanas, goles inventados, jugadores imposibles, triunfos chiquitos devenidos en hazañas. De ese gran olvido se acuerdan los abuelos. Los vivos todavía dan testimonios. Los que se murieron ya se encargaron de dejar su legado. A este último grupo pertenecen los papás de mi papá y de mi mamá. O sea mi abuelo Alejandro, el de Atlanta, y Miguelito, el de San Lorenzo.
El papá de mi papá nos transfirió el apellido, el amor por el club y exageró sin medir que nosotros –mi hermano también lo sabe- podíamos quitarle credibilidad a semejantes historias. Sin embargo, culpa por desconfiar de él o simple negación, no le cuestionamos nunca los episodios novelescos de la vida –la otra vida- de Atlanta. La prueba más cabal: desafié victorioso en el colegio a mis compañeros de equipos grandes, muñido de los relatos épicos que mi abuelo me contaba de su club, mi club.
Mi otro abuelo, hincha del Ciclón, no tenía una devoción verborrágica para transmitir la pasión por los colores; él contaba con el don de relatar historias de fútbol muy ingenuas. No sé por qué, pero el recuerdo de lo que decía lo emparento con caramelos. Sus historias eran eso, caramelos que desenvolvía cada vez que quería decir. Como la del tipo que pateó un penal en el potrero y dejó enterrada la alpargata en la pelota; o la vez que, decía, giró la cabeza porque lo llamó una chica –más tarde mi abuela- al momento que un centro aterrizaba en su cabeza. Mi abuelo no se olvidó nunca de ese gol hijo de la casualidad, que fue, además, el padre de la historia familiar; ese día, mi abuelo besó por primera vez a la entonces joven Yolanda.
Entre golosinas y proezas, mis abuelos me acercaron al fútbol; me lo hicieron sentir, olerlo, disfrutarlo. Fueron ellos –son ellos- los que me invitaron a mirar ese mundo perdido. Del que nada dice la televisión.
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1 comentario:
Mi abuelo Ricardo tambien era parecido al que describis como el tuyo que contaba historias ingenuas. Era un personaje increible y lo peor es que respetia siempre las mismas historias.
Abrazo
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