martes, 16 de agosto de 2011

La misma cancha en la que jugamos todos


Para aquel partido se habían congregado la Muerte, la Paciencia, la Libertad, el Miedo, la Duda, la Inteligencia, la Soledad, la Culpa, el Deseo.
Eran las estrellas de dos equipos intangibles, que ni siquiera se identificaban con camisetas. Este último detalle esconde el fetiche de las apariencias, que arrastró a la confusión a los propios protagonistas. Sucedió que, paradójicamente, el miedo y la inteligencia, rivales en la cancha, muchas veces se pasaron la pelota por desconocimiento. Entendible del miedo, que de ahí proviene; por cuestiones lógicas, nadie pudo explicar lo de la inteligencia.
Mientras tanto, la Libertad sufrió las ataduras de un esquema férreo. Para colmo, tenía encima la marca de la Culpa. Se sabe, la Culpa no permite que la Libertad se manifieste.
Hubo duelos interesantes en el terreno de las suspicacias. Cómo entender, sino, que la Duda haya podido resolver, en algunos pasajes, a quién darle un pase.
La gran jugada llegó sobre el final. No hay certezas del resultado, por lo que bien vale describir el momento en el que participaron todas las figuras convocadas.
La Duda se enredó con la pelota y la perdió ante la Paciencia, que esperó el instante exacto para quitársela. El Deseo no se aguantó las ganas a sí mismo y a mano levantada abogó por una asistencia. Por no sentirse que le quitaba protagonismo a los demás, la Culpa tocó muy rápido el balón cuando le llegó; y encima, hacia atrás. Ahí esperaba la Soledad, sin marca. Su primera reacción fue buscar con la mirada a la Libertad, pero le faltó coraje y le largó la pelota al Miedo. Con suma cobardía, el Miedo se deshizo del balón, que tomó la Inteligencia. Quizás hubo azar en que le cayera la pelota; no en lo que vino después. Fue la Inteligencia y no otro la que pensó, reflexionó y dejó de frente al arco a la Libertad, con una habilitación matemática. A la Libertad no le quedó más recorrido que enfrentarse con la Muerte. Duelo clave. Primero dudó, al sentirse tan sola; con paciencia amagó para ver si la Muerte le entregaba pistas sobre cómo iba a moverse. Sintió miedo cuando vio que su rival no se inmutaba; hasta tuvo culpa por ser la encargada de definir una instancia tan crucial, sin tener la convicción necesaria. Con el deseo de superar el último escollo, logró actuar con inteligencia. La Libertad tiró la pelota hacia delante y le ganó en la carrera a la Muerte. La gambeta fue un sutil movimiento de cintura; el preámbulo para encontrarse de frente con el arco vacío, lleno de vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para pensar... mucho. Excelente