El goleador se enamoró y empezó a pensar en ella y en nadie ni nada más.
El goleador metía sus pies en el amor de su chica y los sacaba del área grande.
El goleador iba detrás de su perfume, mientras perdía el olfato de gol.
Al tiempo que el goleador se dejaba atrapar por el encanto de su enamorada, más fácil caía en la trampa de los defensores.
Verla. Quererla. Entregarse. Ilusión. Ser. No ser.
Al goleador, ella lo dejó. Recién entonces fue de nuevo goleador.
1 comentario:
muy bueno
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