Recién me preguntó un amigo cómo me sentía. Le exageré que tendría que engordar, porque tanta alegría no me cabe en el cuerpo. La paradoja es que ahora voy por el vómito, por vaciarme de palabras; ahora tengo que decir.
Los medios hablaban del partido de David y Goliat; del equipo cenicienta (después de las 12) contra el de pies gigantes; del mendigo y el Millonario. Todos tenían algo de razón.
Este blog suele escaparle a la agenda mediática como si se tratara de la peste. Pasó que pasó lo inevitable: me debo a mi público (levanto la bandera de la demagogia) y mi público, ustedes, me piden que hable de Atlanta. Al menos algunos me lo pidieron por mail, como parece que se piden éstas cosas. No me convencieron tanto como un amigo, otro, que me mandó un mensaje de texto: “Esto es un cuento”.
El triunfo de Atlanta sobre River es pura hojarasca; hay que rascar para descubrir la historia. El guión es con un viejito de 85 años. Estaba al lado de donde nos ubicamos mi papá, mi hermano, Pepe, Panda y yo. El viejito estaba solo, pero tenía perfil de abuelo de cualquiera de nosotros. Y daba ternura. Y hacía que nos acordáramos de nuestros abuelos, por eso lo llevamos hasta la casa, cuando el triunfo, a veces tan efímero, ya nos pertenecía para siempre.
Charlamos con él mientas las tribunas visitantes eran espejos de un desierto. Y charlábamos todos, los cinco, con el señor de saco y pantalón de vestir, porque ése abuelo se fue vestido a la cancha como se iba antes.
Se me impregnaron imágenes tan vívidas que supongo que serán capaces de desafiar al tiempo; una, la del abrazo en el gol. Pero hay otra, la de mi hermano llorando. Mi hermano que soportó el partido entero de pie, que defendió con los defensores, que atacó con los delanteros, que cantó hasta la mudez, no aguantó las lágrimas. En ese ratito lo miré sin decirle; tenía ganas de contemplarlo más que de preguntarle. Hasta que me lo dijo solo:
—Sabés qué pasa. El viejito me dijo que jamás se imaginó que volvería a ver jugar a Atlanta contra River.
Me acordé de mi abuelo. Y nos pusimos a llorar juntos.
5 comentarios:
Uy genial... me encantó. Hasta me dieron ganas de ser de Atlanta, jaja.
Beso
Emocionante para todos los que entendemos el futbol. El jueves fui al cementerio y le puse unas flores a mi abuelo y le dije el domingo le ganan a River y nosotros el sabado le ganamos a Boca, lo del Bicho no pudo ser pero mi abuelo esta contento y con eso me alcanza... yo habria pagado lo que sea para que ayer el hubiese sido el abuelo que se encontraron. Abrazo y disfruten
:)
Bonito señor.
i ele
Hermoso relato, compadre!
Nos vemos.
Acá Paris està lluvioso y frío.
M.
Me hiciste llorar lechu, el abuelo tambien hubiera ido de saco y pantalon de vestir jajaja. Te mando un abrazo Gigante.
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