sábado, 26 de mayo de 2012

Del tipo que pedía siempre lo mismo

El Flaco Escarzo debía tener varios modelos, o al menos dos; si no, no se entiende cómo podía andar siempre con la camiseta de San Telmo puesta. En algún momento la lavaría, se supone. Olor, lo que se dice olor, no tenía. Qué quiero decir, que la camiseta de Telmo la llevaba adentro. Vérsela era la confirmación de un sentimiento muy arraigado, de una omnipresencia que le dominaba el discurso, su vida; Hablaba todo el tiempo de San telmo, vivía para el club. Entre su santelmización atesoraba el fetiche de querer ganarle a Boca; estaba ensañado. No sé si sería por la vieja, porque era de River Doña Ignacia. El Flaco le tendría odio a Boca por carácter transitivo; la herencia, que le dicen. La cuestión es que se le había metido en la cabeza querer jugar contra Boca. Y ganarle, claro. Ese era gran deseo; su único deseo: que San Telmo alguna vez, una puta vez en su vida, le ganara a Boca. En aquella época el Candombero podía aspirar a una buena campaña en la B, pero no más que eso. Sin embargo, el Flaco insistía con llegar a Primera y dar el gran glpe. Me acuerdo que llegaba al café y decía que ése era el año, que entonces sí, que si entraban en racha de dos o tres triunfos ascendían. Era el deseo sublimado, siempre, por el eventual choque contra Boca. A veces se lo adivinaba llegar por la ventana y empezaban los murmullos: entre la bulla se pronosticaba que el Flaco iba a referierse a su sueño de ganarle a Boca. La efectiviadad superaba el 90 por ciento. La endémica secuencia se extendió durante once años, hasta que a finales de aquella primavera de 1975 San Telmo ascendió. Yo pensé en el Flaco, en ese deseo. Pensé que se le iba a dar, que sí, que finalmente su equipo, él, iba a jugar contra Boca. Y si había milagro (el fútbol es la única religión que produce tantos), el Flaco iba a cumplir su anhelo existencial. Se lo conté con cierta preocupación a Carniza, que en ese momento hizo un gesto que no decodifiqué del todo. El día del partido la cancha reventaba. Boca venía primero y San Telmo comiendo pan duro en una mesa en que sólo los grandes se hacían las panzadas. Un empate hubiese sido la gloria; el Flaco tiene la obsesión de ganar. No sé si alguien más que él podía sostener la idea de un triunfo. Por eso yo sentí que aquella victoria, esa gesta fue más del Flaco que de San Telmo. Unos meses después, el Flaco cayó fulminado en la calle; un bobazo, sin preaviso. La barra de muchachos completa fue al velorio. El barrio acompañó la despedida del Flaco. Entre tanto llanto, se me acercó Carniza y me susurró: —Al Flaco se le cumplió el deseo. Hay que tener cuidado con lo que deseamos; hay que desear más, mucho más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho la historia de San Telmo el santo. Y los fuegos de San Telmo.

Saludos, Marce.
i ele

Anónimo dijo...

MUY BUENO!!!!!