jueves, 23 de agosto de 2012

El amante


El día anterior se habían celebrado en la cama. Unas horas más tarde eran rivales. El arquero y el delantero ahí, de pronto mano a mano; los cuerpos juntos aunque ya no tanto. Y ella; ella en la tribuna, mirando al delantero; tres días antes se habían revolcado amorosamente en la cama.
Ella era hincha del equipo en el que jugaba el flaquito de récord de goles; ella hinchaba por él. El quería que ella gritara de goce; aún más en la cancha que en la cama.
Pero cuando quedó de cara a esos amores eligió inmolarse futbolísticamente. La hinchada murmuró y algunos lo insultaron, cuando se dejó sacar la pelota por el arquero; el delantero no pateó, no amagó, no gambeteó. Nada. Fue fácil para el arquero sacarle la pelota de los pies. Fue un gesto imperceptible; el arquero, además, le besó un tobillo en ese arrojo que no tuvo riesgos.
Ella, que nunca sospechó, se tapó los ojos para no ver. Fue un acto reflejo: ya había visto.
Afuera de la cancha, al goleador lo estababa esperando ella, la otra, su esposa. Hincha del equipo contrario, no había querido entrar para no padecer la ambigüedad de no saber por quién alentar. Supo por radio del empate. Y de que él, su marido, había errado un gol imposible. El 0 a 0 lo festejararon en la cama, amándose con los cuerpos mezclados.

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