sábado, 1 de diciembre de 2012

"Y la pelota que se va cerca..."


El sueño de convertirse en relator lo arrastraba desde los tiempos en que no usaba pantalón largo. De cuando se sentaba a tomar el café con leche que le servía la madre, mientras él repasaba las formaciones del los equipos publicadas en el diario. “Carrrrrizo”, decía, y se paraba con la lengua sobre la R para estirarla como un chicle. A veces aspiraba para guardar aire en los pulmones y lo soltaba de a poco, para recitar una tira completa de treinta apellidos.
El padre le insistía con que supiera un oficio; que de relator se iba a morir de hambre.
Le tocó trabajar siempre, más por necesidad que por elección. Pero se dio el gusto de relatar durante 28 años. Casi toda una vida cuidando la garganta, acelerando y frenando, gritando goles.
De las campañas de su equipo no se perdió ningún partido. También relataba partidos importantes del fútbol de Primera y encuentros internacionales. Si hasta salió al aire desde Villa del Parque en un amistoso entre Argentina-Brasil; la transmisión se escuchó hasta Wilde.
Una vez llegó a relatar para 50 personas a la vez. Pico de rating.
Se contaba entre los muchachos de la línea 24 que hubo gente que se tomaba el colectivo del chofer-relator para escucharlo. Y viajaban, quizás, de cabecera a cabecera.
Relató con temperaturas imposibles, en zonas en las que los cortes de calle obligaban a repensar el recorrido y ante pasajeros molestos porque querían dormir en su asiento.
“Corrrranse”, le exigía al pasaje cuando se amontonaba en el medio.
Dejó de relatar el día que no se sintió un profesional. Aquella vez, por primera vez, no quiso; en la parada de Luis Viale y avenida San Martín abandonó el oficio. Su equipo había perdido sobre la hora el clásico. Y él, llorando, decidió ahogar el grito de gol.

1 comentario:

Negro dijo...

Muy Bueno