Da bronca ver esa niebla insípida, que traen las patadas y los codazos, y que quema ese verde césped que ya no lo es tanto. Da mucha bronca.
Basta con entender que cierta vez un hombre plantó una mata de pasto, sí, una mata, y con el correr del tiempo floreció una cancha de fútbol. La cancha tenía la particularidad de no tener arcos, por lo que para jugar ahí había que tener imaginación. Por eso, aquellos que no lograran advertir que se trataba de una de las más maravillosas fantasías, corrían el riesgo de ser matungos defensores para siempre.
La cancha no estuvo a miles y miles de kilómetros de nuestro lugar. Sin ir más lejos, se la puede encontrar en una charla con abuelos.
Se cuenta que las proezas sobrevinieron generosas y sacudieron los pastos relucientes de aquel terreno en el que brilló como nadie su hacedor. Ese hombre que plantó la cancha y después cosechó aplausos. Fue el mismo que jugó como casi nadie y pobló de asombro las tribunas con su destreza.
Aunque allí también se cometieron las peores ignominias.
Los que lo vieron son miles. Miles y miles que fueron millones por la bendita herencia generacional. Y serán aún más los dichosos.
Sabrán ustedes, entonces, que hubo otra época. Otro mundo, como dicen los primeros declarantes. Un mundo creado por una mata de pasto bien plantada. Una mata que nunca dejó de identificar a un personaje que enalteció al fútbol.
3 comentarios:
es el mejor blog de fútbol que eoncontre
Una vez mas... un verdadero placer leerte... TU ENAMORADA.
hermosa nota marcelito.
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