martes, 14 de julio de 2009

Honduras, los milicos y la pelota


Casi nunca se aguantaron, es cierto. Casi siempre se odiaron. A veces, pocas, se juntaron. Y pasó entonces que, a los pelotazos, se juraron venganzas postergadas. Los más confundidos hasta se echaron en cara enemistades inculcadas por los dictadores de turno. En Tegucigalpa se exhibían calcomanías que rezaban: “Hondureño: toma un leño, mata un salvadoreño”. Mientras la prensa de San Salvador recogía el guante y exhortaba al ejército a invadir Honduras. Se acusaban. Todo el tiempo se acusaban. El gobierno de El Salvador, de espías a todo hondureño que daba vueltas por su territorio. Y el de Honduras, no menos ridículo y dictatorial, llamaba Reforma Agraria al desalojo masivo de salvadoreños, que eran obligados a volverse a su país a las disparadas.
Ya corría la pelota, mansa, ingenua. Ya corrían los jugadores, nerviosos, alertados de lo que podía venir. Los inconvenientes iniciales se registraron con precisión calendaria FIFA: 8 de junio de 1969, primer encuentro de eliminatorias de México ´70 entre Honduras y El Salvador, en Tegucigalpa. Los locales ganaron 1 a 0. Los visitantes denunciaron desde El Salvador que, antes del partido, tuvieron que dormir alejados de las ventanas del hotel. Más de 200 personas –señalaron– tiraron piedras durante toda la noche.
Se sabe del odio encendido. Se sabe de las pasiones que despierta el fútbol. Lo que no se comprende es que después de finalizado el partido y al enterarse del resultado desfavorable, una salvadoreña se haya suicidado.
Quedaba la revancha, aún. Quedaba lo peor, todavía. Los locales ganaron 3 a 0. Dijeron los diarios de Honduras que sus compatriotas sufrieron ataques, que doce hinchas fueron asesinados y que muchos otros fueron heridos. Mientras, la pelota, mansita, dejaba de rodar. En Honduras, la derrota caló en las entrañas. Heridos, vomitaron violencia contra los negocios de los salvadoreños, que fueron saqueados. Incluso se dice que hasta algunas fueron mujeres violadas.
No hubo calma. Sí reclamos. Los hondureños protestaron el partido ante la FIFA y argumentaron que sus futbolistas actuaron “bajo peligro de muerte”. El pataleo no tuvo cabida y ambos países tuvieron que desempatar sus broncas con un tercer partido, que se jugó en México, por imposición de la FIFA. El partido se jugó un 27 de junio y El Salvador ganó 3 a 2. Después, los salvadoreños obtuvieron el pasaje a la Copa del Mundo, por primera vez en su historia, al derrotar 1 a 0 a Haití en la final. Pero ese último partido fue apenas un detalle. El auténtico, el decisivo, ya había sido jugado por El Salvador, cuando una semana antes del encuentro disputado en el Estadio Azteca, las dos naciones se escupieron rabia y rompieron relaciones.
Las tropas salvadoreñas, finalmente, cruzaron la frontera y comenzó una guerra de cien horas, la “Guerra del Fútbol”, como etiquetaron los grandes medios internacionales. Hubo miles de muertos, más de 20 mil heridos. Hasta que la OEA, ya saciada de sangre, ordenó el cese del fuego. El asunto recién concluyó en 1992, cuando la Corte Internacional otorgó a Honduras más del sesenta por ciento de los 419 kilómetros cuadrados que también estaban en disputa.
“El fútbol fue una excusa para crear un conflicto armado que ambos gobiernos militares necesitaban”, recuerda Gregorio Bundio Núñez, entrenador de aquella selección de El Salvador.
Esa guerra empezó un 14 de julio, como hoy. Pasaron 40 años y Honduras sigue tan pobre como antes. O peor. Las cifras oficiales indican que 8 de cada 10 personas que residen en aquel país vive en situación de pobreza. Y otra vez, como aquella vez, impera una dictadura que acaba de sacar a la fuerza a un gobierno que, mal o bien, los hondureños habían elegido. Otra vez un derecho –tan chiquito como un voto– quedó sepultado bajo la bota. Las honduras en las almas de los hondureños son ahora surcos que dejarán secuelas; en hombres y mujeres ignorados por la Justicia.
Esa
gente de panza vacía pide que alguien toque el silbato y haga detener la pelota. El pueblo no autorizó a Micheletti a que haga su propia jugada. Por algo festejaron como si fuera un gol el día que Zelaya ganó las elecciones. Por algo será que los militares necesitan someter a los hondureños al silencio a punta de fusil. Como aquella vez que les apuntaron para inculcarles odio hacia el pueblo salvadoreño. Y mancharon la pelota.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre brillante

Gabriel Ziblat dijo...

Excelente marce. En este caso no se aceptan medias tintas, claro está...

Anónimo dijo...

no sabia de la guerra esa. increible lo de tanta bronca entre los pueblos y que encima hasta hayan usado un partido para seguir metiendo fichas. mas que nunca, EL FUTBOL FUE UNA EXCUSA.

gran aporte este post, te felicito

marce / lechu dijo...

Anónimo, no sé si fue un gran aporte, pero al menos me gratifica que para vos haya sido así.

Anónimo dijo...

Lechugon,
Lei el cuento del elefante y las hormigas, es brillante, me hiciste acordar al cuento de Dolina.....
Te molesta si lo reparto entre los Dogos en alguna de nuestras Reuniones.
La verda que es genial
Te felicito
Abrazo de gol
EL PP