Sueños I
La vio, la observó, la escudriñó y recién entonces, después de supervisarla con mirada de lupa, el de los mocos tendidos se animó a patearla. Al principio le dio de puntín, con toquecitos suaves. Le dio tantas veces como quiso su sonrisa, que desapareció al enésimo movimiento similar. Entonces, aburrido, el niño probó con golpearla con la parte interna del pie derecho. Hasta que se cansó de las repeticiones y arrancó con la zurda. Dos días seguidos estuvo pateando y pisando ese cuero que era un regalo anónimo. Algunos dicen que fue un pelotazo perdido de un partido lejano que fue a parar delante de él, en una callecita donde caminan los que se animan a soñar.
Por la tierra húmeda iba el niño cuando, de pronto, asistió al milagro de lo que muchas veces se utiliza como una expresión. “Descosió la pelota”, se suele exagerar cuando alguien jugó realmente bien. El chico que soñaba con un partido enorme logró, sin mediar metáfora, dejar ese cuero redondo abierto, con los hilos al aire. Fue entonces que, algo preocupado, volvió a la callecita donde había encontrado la pelota.
Quienes por ahí también caminan cuentan que el que alguna vez “la descosió”, ahora anda imaginando hacer un gol imposible. Para que esta vez su sueño no se le termine nunca.
3 comentarios:
me encantoooooooooooo
Desde los dos goles a los ingleses de Diego, ya no hay goles imposibles.
Muy buen cuento.-
gran relato
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