lunes, 15 de marzo de 2010

Virtudes invisibles


El equipo tenía un nombre que ya nadie recuerda, por la sencilla razón que nadie lo llamaba por su nombre. Ocurría que los ojos del mundo futbolero apenas le miraban las rarezas a ése equipo y eran aquellas particularidades las que lo hacían reconocible. Para casi todos era un equipo con un arquero sin manos, un 9 sin intuición para los rebotes, un 2 enano y un 5 al que le gustaba dormir la siesta justo a la hora de los partidos.
Supo sin embargo aquel equipo desterrar ciertos prejuicios. Como el 9 no sabía adónde iba a caer la pelota, entonces estaba en todos lados a la vez. Del arquero nadie se quejaba, porque tuvo la astucia de aprender a atajar con los pies. El 2, por ejemplo, no cabecea jamás. Para evitar el señalamiento despiadado se cruzaba a los costados y no dejaba desbordar a los rivales. Se sabe, sin centro no hay necesidad de despeje. Mientras, el 5 se instruyó en el ejercicio de dormir la siesta con los ojos abiertos, que le costó una duda indisipable: nunca pudo comprobar si las ovaciones por sus quites eran durante la vigilia o en el más profundo de los sueños.
Aquella columna vertebral merecía el aplauso constante. Y la curiosidad de los que se preguntaban cómo era normal que jugara bien un equipo anormal. Eran los que no entendían la más simple de las cuestiones. Nada se conoce si solo miramos lo que se impone a la vista.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

como diría el principito... lo esencial es invisible a los ojos!!

Anónimo dijo...

Siempre deberíamos tener una mirada profunda de las cosas, que es de la única manera en que podamos entender realmente de qué se tratan. Lo otro es puro prejuicio.

MARTIN

Abrazo

Anónimo dijo...

La magnificencia de los detalles, la capacidad de la percepción que depositamos en grandes dimensiones cuando podemos hacerlo con lo más mínimo, con lo esencial.

Un abrazo

Elías

marce / lechu dijo...

Gracias Elías por tu aporte constante y siempre atinado.

Abrazo grande