lunes, 25 de abril de 2011

El aguante


La muerte es siempre una posibilidad, le había dicho su padre. No necesitó procesar la frase para internalizarse. De inmediato se le metió en las entrañas y le tomó por asalto la conciencia. Aquel niño supo desde entonces que morir estaba dentro un mazo que se repartía todos los días. Revelador. Crudamente evidenciado para alguien que todavía gozaba de la pureza y que entendía la muerte como algo lejano, vinculada con los abuelos ya muy abuelos. Ese golpe a la inocencia fue, tal vez, el páramo para sobrellevar los días de hierro de los treinta y pico.
El hombre había matado a la muerte de antemano; así que tenía el asunto resuelto, más allá del destino. Sin embargo, no quería rendirse al oprobio de la postración en una cama sin ver, ahí, en la tribuna, cómo su equipo daba la vuelta olímpica. El cáncer le estaba calando los huesos, pero jamás las ganas. El problema es que tantas campañas de mierda atentaban contra su propósito futbolero.
Al gran día, luego de tantos días, llegó con menos de lo justo.
Se le presentó a la muerte con la delgadez y la figura de una lombriz, disimuladas entre la camiseta de su equipo.
La tarde era perfecta, una cualidad necesaria para corresponder un acto semejante. El sol iluminaba las caras de los miles de hinchas que saborearon, exultantes, cada gol con el placer del título implícito. Campeones después de mucho tiempo, del sufrimiento padecido. Y él ahí, sacando de la voz goles mudos, rebelados al, también, cáncer de garganta.
Era feliz ese hombre que aceptó el reto de vivir la muerte; era inmenso, aquel alfeñique que arrastraba su cuerpo; se reía con un desparpajo que contagiaba, el de cara chupada.
Al final, con el corazón casi atrofiado, se emocionó y se abrazó y miró con ojos que grababan y festejó y le salió decir gracias. El que había peleado con una fiereza inconmensurable se le entregó mansito a la muerte. Fue recién después, y no antes, de sentirse campeón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu si que siempre me sorprendes. Este me ha dejado sin aliento.
Que talento tienes, chaval.

FRAN