domingo, 3 de abril de 2011

El dilema de los amantes


El beso; fue el beso. Los labios húmedos bailando sobre los del otro, en un ritual apasionado que fueron segundos eternos. El beso resultó el sello de la atracción.
Fue casual el origen. La creación sobre otra creación; el paroxismo en medio de la vehemencia. Se descubrieron solos, ahí, en medio de todos. El gol, la avalancha y ellos, cara a cara. Fue verse y festejar el momento. Está escrito: goles son amores. Los incipientes amantes refrendaron el dicho en aquella conquista, contra el arco que da a las vías.
El beso fue el origen; el gol, un pretexto perfecto. El era fanático de su club; ella, la primera vez que iba a la cancha. Consagrados mutuamente por los labios, los dos quisieron que la escena se repitiera sucesivamente, en lo posible, con esa misma intensidad. Tanto que él amagó con no era ir más a la cancha, para tener más tiempo y ocasiones para besarla; tanto que ella decidió desde esa vez no faltar nunca a la tribuna, con tal de recibir el gol de su equipo como una bendición para la boca. Tanto que los dos, de a poco, se fueron olvidando de los por qué. La estela inmaculada del primer beso los persiguió durante varios campeonatos.
Hasta que pasó lo impensado. Dicen ellos que no fue por ellos. Que las bocas nunca dejaron de estar dispuestas ni los deseos de sostenerles las ganas. Dicen ellos que fue por el equipo. Dicen que finalmente ocurrió, pero que no saben cómo ni cuándo. Después de mucho tiempo, desde aquel beso revelador, un día volvieron a prestarle atención a un partido de fútbol.

1 comentario:

Anónimo dijo...

UNA MANTECA, NENE. BELLEZA

ABRAZO DE GOL