martes, 2 de agosto de 2011

Quiero verte otra vez


No maté al niño que llevo adentro. A veces hay situaciones que nos ponen de frente a nuestra niñez, la que se supone dejemos atrás; se supone que la determinación de semejante abandono es la pérdida de ingenuidad. Y que lo refrenda el documento, ese flagrante mentiroso. Si de nuevo sentimos cosquillas en el alma, el niño está. No ha muerto.
De mi infancia conservo imágenes muy vívidas vinculadas con el fútbol; recuerdos de colores. De jugar y de ir a la cancha, también. Mi memoria tiene conmigo la gentileza de guardarme como un tesoro aquellos momentos. Ese es mi capital, el que me permite seguir siendo un niño en envase de adulto.
Tengo la teoría que el presente es la superficie para bucear en las profundidades. Algo nos pasa y nos conectamos con lo que somos; la génesis siempre está adentro, invisible.
Ayer sucedió que me enteré que el sábado puedo ir a la cancha; mi equipo debuta en el torneo, con lo que implica presenciar algo que nace. Todo nacimiento implica ilusión; esa es la palabra mágica de la infancia y la herramienta de cambio cuando crecemos. Cambiamos, nos renovamos, queremos nacer de nuevo, otra vez; si mantenemos la ilusión, somos niños envejeciendo.
Me pone realmente contento poder ir a la cancha, me lo permite el horario de la mañana. A esa hora no hay obligaciones que me hagan cambiar de plan. Es la hora de ser niño, de sentir cosquillas en el alma. Juega Atlanta y voy a estar.

4 comentarios:

Ángel M. Bermejo dijo...

Efectivamente, el fútbol es una excusa. un abrazo desde Madrid

marce / lechu dijo...

Angel, abrazo grande!

Anónimo dijo...

Lindas palabras, lindas ilusiones! Que el niño no muera nunca, que la ilusión crezca.
Atlanta para mi es mucha gente gritando y yo mirando desde mi metro, metro diez, cuando tenía 8 años quizás... y la pelota girando delante de los tableros de madera y detrás del alambrado en esa cancha de papi sin arcos y con un público extraordinario.

Anónimo dijo...

"cosquillas en el alma", gracias por esa.

I ele