miércoles, 25 de julio de 2012

Un partido a muerte



Terapia intensiva es una sucursal de la muerte. O una muestra gratis de la muerte. Estar ahí, vivo, es sentirse menos vivo; o más muerto. Yo entro de a ratos, pero el Negro hace siete días que vive de eso, de ser paciente, de estar ahí. Y ahí –mejor decirle así–, el que no es paciente-paciente proyecta su muerte, gratuitamente.
Ahí hay que ayudarse; ayudarse es pensar en otra cosa que no sea la muerte que se huele. El Negro lo entendió y quiso desafiarla hablando de fútbol. Cuando lo vio se entusiasmó, lo presumió un eventual compinche; entre el desfile de enfermeras, había aparecido un enfermero.
—Oscar, decime que te gusta el fútbol.
—Sí, claro.
—¿Hincha de quién sos?
—Del más grande.
—...
—...
—¿De River... Boca?
—De Chacarita.
O sea, la muerte. Al Negro le hablaron de la muerte en el cuarto donde la muerte se pasea amenazante. La conspiración laberíntica parecía producto de la morfina, la sustancia para paliar dolores de verdad, parecidos a como debe doler la muerte.
—Mentira, vos te pusiste de acuerdo con Rojas— descreyó el Negro.
Rojas, el cirujano, el tipo al que el Negro le había dicho que iba a tener el honor de operar a un hincha de Atlanta, es de Chacarita. Fue él quien dio los partes médicos. Cuando al Negro se le complicó la operación, Rojas ofició de vocero de la muerte.
—Soy de Chaca— le reconfirmó el enfermero.
Hace un par de días se sorteó el fixture de la nueva temporada del campeonato de la B. En la segunda fecha, o sea nuestra primera salida de Villa Crespo, o sea el primer partido de Chacarita –poque posterga su arranque contra el ascendido Central Córdoba— se juega el clásico. Ya. Cuando el Negro esté bien, Chacarita y Atlanta se cruzarán en San Martín. Sin embargo, el clásico se empezó a jugar en la sala de la muerte.
El Negro demanda, como Dios manda: le pide a Oscar que le acomode la almohada, que le baje la dosis de calmantes y al rato que se la suba, le pide ir al baño una vez y otra vez y, entonces, me guiña el ojo.
El enfermero entra y mira, no tanto al Negro, sino que mira la radio y escucha y el Negro sonríe. Los locutores repiten y los oyentes también la palabra Atlanta. Es la audición partidaria del club, que dura una hora. La hora que el Negro hace entrar a Oscar incansablemente. Oscar se da cuenta. Se da cuenta tarde. Su cerebro ya se empapapó de la palabra que, para él, significa la muerte.
Es la venganza del paciente-paciente. La manera que encontró el Negro de empezar a ganar el partido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

GENIAL, GENIAL, GENIAL. YA TE LO DIJE, SOS GENIAL.

MM

Leandro dijo...

Que bueno! Excelente.