El otro día, mientras miraba una foto de Marx, vomité
maldiciones sobre mi documento. Entendía una contradicción: que me siento
joven, pero que las subjetividades del tiempo son demoledoras en algunos casos.
Le miraba la barba blanca, tan de viejo, quizás í
icono de la sabiduría, y dudé un
momento que fuera cierto lo cierto: Marx escribió El Capital cuando tenía 26
años. Ese hombre se trepó a la cima de la historia cuando tenía diez menos de los
que tengo yo ahora. Prácticamente a esa misma edad, Maradona le demostró al
mundo que jugar al fútbol era otra cosa de lo que venía sucediendo hasta
entonces. Marx y Maradona, la fórmula MAMA (que no suene a Edipo mal resuelto)
es tan mágica como reveladora. Entonces los imaginé contemporáneos, compañeros.
Si hubiesen vivido en la misma época hubiesen conectado sus genialidades; a
Marx le gustaban las revoluciones: hubo pocas tan emblemáticas como apropiarse
de los bienes del imperio británico con una mano; zurda. Y una segunda tan estremecedora
como el paso zigzagueante para arrastrar por el piso a la corona de la reina. Después
de un último amague, Maradona definió con un toque suave; de zurda.
Diego hubiese congeniado con Marx, al que le hubiese
mostrado un tatuaje suyo, barba blanca, y no el del Che, si es que Guevara no
hubiese nacido aún.
Y los dos se habrían lanzado a la aventura de armar un
partido de fútbol. Maradona, nunca neutral, hubiese propuesto un equipo de
marxistas contra uno de antimarxistas.
Los marxistas seguramente correrían a todos sus rivales
por la izquierda y prescindirían del wing derecho; nadie en ese equipo hubiese
querido ser un puntal de la derecha. Y los imagino solidarios, participando de
la lucha de abajo; aguerridos defensores en el área propia. En el medio,
protestando los fallos del árbitro, a quien le exigirían justicia; no favores.
Los delanteros serían obedientes con la táctica y arriesgarían su pellejo por
la causa; además, también se la darían a Maradona. En tanto Marx, obviamente, sería
el entrenador.
Mi fantasía empieza, concluye y vuele a empezar;
seguramente distinta a como arrancó. Sin embargo, empuña la convicción de que ese
equipo no perdería jamás. Jugaría hasta la victoria siempre.
2 comentarios:
Mas allá de estar o no de acuerdo con vos, debo decirte que escribís muy bien!
Debo decir que más allá de no saber quién sos, debo agradecerte.
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