martes, 9 de octubre de 2012

"Que de la mano, de Karl Marx..."


El otro día, mientras miraba una foto de Marx, vomité maldiciones sobre mi documento. Entendía una contradicción: que me siento joven, pero que las subjetividades del tiempo son demoledoras en algunos casos. Le miraba la barba blanca, tan de viejo, quizás í
icono de la sabiduría, y dudé un momento que fuera cierto lo cierto: Marx escribió El Capital cuando tenía 26 años. Ese hombre se trepó a la cima de la historia cuando tenía diez menos de los que tengo yo ahora. Prácticamente a esa misma edad, Maradona le demostró al mundo que jugar al fútbol era otra cosa de lo que venía sucediendo hasta entonces. Marx y Maradona, la fórmula MAMA (que no suene a Edipo mal resuelto) es tan mágica como reveladora. Entonces los imaginé contemporáneos, compañeros. Si hubiesen vivido en la misma época hubiesen conectado sus genialidades; a Marx le gustaban las revoluciones: hubo pocas tan emblemáticas como apropiarse de los bienes del imperio británico con una mano; zurda. Y una segunda tan estremecedora como el paso zigzagueante para arrastrar por el piso a la corona de la reina. Después de un último amague, Maradona definió con un toque suave; de zurda.
Diego hubiese congeniado con Marx, al que le hubiese mostrado un tatuaje suyo, barba blanca, y no el del Che, si es que Guevara no hubiese nacido aún.
Y los dos se habrían lanzado a la aventura de armar un partido de fútbol. Maradona, nunca neutral, hubiese propuesto un equipo de marxistas contra uno de antimarxistas.    
Los marxistas seguramente correrían a todos sus rivales por la izquierda y prescindirían del wing derecho; nadie en ese equipo hubiese querido ser un puntal de la derecha. Y los imagino solidarios, participando de la lucha de abajo; aguerridos defensores en el área propia. En el medio, protestando los fallos del árbitro, a quien le exigirían justicia; no favores. Los delanteros serían obedientes con la táctica y arriesgarían su pellejo por la causa; además, también se la darían a Maradona. En tanto Marx, obviamente, sería el entrenador.
Mi fantasía empieza, concluye y vuele a empezar; seguramente distinta a como arrancó. Sin embargo, empuña la convicción de que ese equipo no perdería jamás. Jugaría hasta la victoria siempre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mas allá de estar o no de acuerdo con vos, debo decirte que escribís muy bien!

marce / lechu dijo...

Debo decir que más allá de no saber quién sos, debo agradecerte.