lunes, 25 de julio de 2011

La señora a la que no se podía gambetear


La viuda de García juraba que tenía los mejores recuerdos de su marido. El hombre había muerto por un pelotazo propinado, curiosamente, por quien después se convertiría en el amante de la susodicha. El recorrido final de la pelota había sido involuntario del ejecutante. Propulsado por un pie enorme, la velocidad y potencia del impacto había provocado el desmayo de García, que cayó sin amortiguación alguna y se desnucó.
Asfixiado por la culpa, el inocente asesino se retiró del fútbol. Como reflexionara más tarde un viejo en una mesa de café, su acto fue más producto de la cobardía que de la ética. La prueba cabal fue que, frustrada su carrera deportiva, el tipo buscó refugio en los brazos de la última dama en que debió hacerlo.
A la cancha, sólo volvió como hincha. Fue en el clásico del pueblo donde el ex futbolista encontró la muerte y dejó doblemente viuda a la viuda de García. El corazón le dejó de latir, caprichosamente, instantes después del gol convertido por el nueve del rival.
Fatídica coincidencia, el goleador que, sin quererlo, provocó la muerte del amante de la viuda de García pasó una noche con ella, un mes después de ese episodio. A la velada no le faltaron romanticismo ni promesas de nuevos encuentros. Sin embargo, el delantero murió tras recibir un golpe de un arquero, que salió del área chica en busca de un córner. El puño cerrado impactó primero en la pelota y, milésimas de segundos más tarde, en la cabeza del pobre desgraciado.
Poca gente como aquel arquero sabía de esa saga de muertes ridículas. Ninguno como él, entre los vivos, la padeció más. Su enamoramiento por la viuda de García jamás dejó de ser platónico, por razones obvias. Aclaración mediante, ningún futbolista intervino en el momento crucial de su vida. Lo encontraron luego de dos días sin saberse de él, recostado en su cama, con un vaso de whisky a medio tomar, apoyado en la mesita de luz.
Lejos de la cancha como escenario fatal, el ex arquero quiso evitar su destino. Y murió de amor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Evitaré la exageración, más no quitarme el sombrero ante este escrito.

El Elías

Anónimo dijo...

yo también me saco el sombrero ante ud, señor.

fuerte abrazo

marce / lechu dijo...

Un gusto Elías volver a tenerte por acá.

Abrazo grande