Vivir sin pasado condena al no aprendizaje. Dicho de otro modo: no poder ver hacia atrás, implica mirar mal para adelante. La única ventaja, probablemente, sea el efecto sorpresa : contemplar todo como si fuera la primera vez.
El jugador amnésico nunca se acordaba que había hecho un gol; y el siguiente lo festejaba como lo hacen los debutantes en la red.
Si erraba desaprovechaba una chance, tampoco se acordaba. El esquivo mental le permitía conservar la fe intacta ante situaciones similares; el riesgo suponía cometer la misma equivocación.
Aquel futbolista no sabía lo que hacía hecho. No recordaba goles ni insultos. No registraba vueltas olímpicas ni fracasos ni victorias épicas ni partidos que, quizás, merecían el olvido.
Y su colmo es ya no ser. El jugador sin memoria no se acuerda del día de su retiro. Todavía sigue jugando.
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