lunes, 6 de febrero de 2012

La mirada de los otros


Al Nueve le sobrevino el miedo en un partido en el que creía patear derecho y el tiro le salía torcido; su miedo era al ridículo. Incapaz de absorber esa sensación, se la contagió al Ocho, el capitán, que empezó a temblar del susto. Los otros compañeros, todos, miraron a su líder y no pudieron evitar subordinarse a su entonces enana estatura; tenían miedo. También los hinchas, que con el transcurrir de los partidos temieron no ver nunca más ganar a su equipo, miedosamente predispuesto a la derrota.
Fue una tarde, en el arranque de un partido. El arquero voló hacia un palo y desvió un penal al córner. El arrojo providencial se lo transmitió al Dos, que en la jugada siguiente salvó sobre la línea un gol hecho. El resto de la defensa hizo empatía y tomó una confianza que le dio seguridad a los volantes y, más tarde, a los delanteros. El Nueve volvió a creer en sí mismo.
Los hinchas siempre suelen ensañarse con el rival que más daño puede causarles; ése es el nueve. A él, al Nueve que otra vez buscaba con convicción, le cayeron los insultos, los salivazos y las amenazas; la jungla encima de un sólo hombre. Aquel día el Nueve, después de mucho tiempo, volvió a convertir un gol. Un golazo que hubiese desatado la euforia de cualquier jugador en su lugar. Pero el Nueve no lo gritó. Tuvo miedo.

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