miércoles, 14 de marzo de 2012

Saber despertarse


No se podía esperar otra cosa del equipo que siempre esperaba. Su arquero no era de cambiar; iba para el mismo lado porque esperaba, que alguna vez, le patearan hacia adonde él se tiraba. El nueve no convertía porque sus rivales le habían tomado el tiempo; el delantero esperaba el centro, nunca iba a buscarlo. Dos muestras de un equipo endémico.
El diez esperaba el pase que no le llegaba, y el cinco no le entregaba la pelota que pretendía entre sus pies, pero sin hacer el esfuerzo por conseguirla. Y, además, los goles en el arco propio se sucedían porque los defensores esperaban que los volantes marcaran; y los volantes, que los defensores se adelantaran para cortar la jugada. El equipo de la espera trágica se fue al descenso, como se esperaba.
La vuelta a la categoría se produjo antes del ascenso mismo; no hubo que esperar tanto. Pudo advertirse en los movimientos del goleador, que le marcaba con su paso a los extremos hacia qué lugar debían apuntar para tirar el centro. El diez bajaba por su pelota, el cinco cortaba y largaba el pase y los defensores anticipaban a los delanteros rivales. Con la actitud del cuerpo en acción, se sabía que el equipo iba a ascender. Esos futbolistas habían sacudido la inercia y para sentirse campeones ya no tienen que esperar. Ni siquiera la vuelta olímpica.

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