viernes, 10 de mayo de 2013

Cri, cri, cri




Ciento quince días y ni una palabra. El detallista que me pasa el dato es un amigo, que también es lector y, como puede advertirse, un ansioso mirador de historias. Por ahora no tengo cuentos para compartir. ¿Los habrá más adelante? Cuando logre escapar de la nube de férreos defensores que me pegan patadas a la imaginación, prometo aporrear el teclado con la secreta esperanza de que entre los dedos se filtre algún gol.
Mientras, sospecho que en los potreros lejanos siguen los que juegan para mi equipo a la espera del pase. Esa creencia me despierta la atención; saber que tengo que estar alerta. Estoy mirando allá, a los que levantan la mano. A los que quieren que la jugada termine en gol. Con el único y genuino propósito de que podamos festejar juntos.