Algún
día iba a pasar; algún día tenía que pasar. Y pasó. Que nadie
suponga que se trata de un caso de exitismo. Es cierto que Atlanta
está en semifinales de un cuadrangular por un ascenso. Y que la
efervescencia puede tomar por asalto los corazones de los hinchas.
Juro que no es ese el motivo; tiene que ser otro.
El
que sea, impulsó a Santino a ver, por primera vez, un partido
completo de Atlanta. Sí, los 90 minutos. Lo que pocos resisten en
tiempos de un fútbol a control remoto, jugado a la medida del
zapping. ¿Quién resiste los soporíferos partidos de Primera? Peor
aún son los de la B, con futbolistas que traspiran más de lo que
piensan y con canchas tan desparejas que invitan a replantearse el
sentido de la estética.
En
una fría mañana de sábado, Atlanta jugó en la cancha de Almagro
sin hinchas visitantes. Ser de la B implica eso: que te consideren un
hincha de la B. En efecto, si tu equipo no juega en tu cancha, tenés
impuesto el derecho de admisión, así no hayas tirado nunca ni un
papelito al juez de línea. Santino lo vio por televisión
en su casa. Solo.
Y
gritó el gol de penal de Lucas Ferreiro y pataleó por el empate
rival. La testigo privilegiada fue su mamá, que rápida de reflejos
mantenía al tanto a su marido acerca de lo que pasada en ese comedor
convertido en un pedacito de la cancha de Atlanta.
“Tu
hijo está mirando el partido!”, lo sorprendió con el primer
mensaje. “Tiene puesta la camiseta, tenés que ver cómo grita”,
lo cebó después. El papá de Santino, que a esa hora estaba
trabajando y, como podía, espiaba el partido, sentía el triunfo en
la sangre. No el de Atlanta, por supuesto.
Aunque
todavía no sea consciente de su ADN bohemio, Santino ya es parte de
nosotros. Y no es el exitismo lo que lo impulsa a alentar al equipo.
Si Atlanta no pasa de ronda o, eventualmente perdiera la final, él
seguiría la ruta de hincha que ya empezó a transitar por su cuenta.
Un
compañero suyo de segundo grado le dijo el otro día que Boca se iba
a ir a la B. Suponemos con mi hermano (el papá de Santino) que el
chico sería de River. No es lo importante. El tema es la
pertenencia. Y que este nuevo apasionado hincha de Atlanta haya
defendido el territorio, más allá de los cuestionamientos de la
letra.
—No—
se enojó Santino.
El
pibe lo miró. No supo qué decir.
Y
ante su silencio oprobioso recibió el argumento encendido de un
hombrecito plantando bandera con orgullo:
—De
la B es Atlanta.
3 comentarios:
Un genio que día a día me sorprende.
Sencillamente, genial
Pocas alegrías más grandes que el sentir que hay un hincha más. Pp
Publicar un comentario