Hubo una vez un gran arquero. Uno bueno de verdad. Flaquito, morochito, que a nadie intimidaba en el arco por su prestancia. Tampoco volaba a los ángulos ni evitaba los goles imposibles. Era uno de esos arqueros comunes al ojo común. Sin embargo los que agudizaban su mirada podían encontrar en él a un hombre astuto, sagaz, que le hacía perder efectividad al delantero contrario con algún movimiento imperceptible. Pero no era esa su mayor virtud. El flaquito, morochito, tenía el coraje de soportar el insulto injusto por algún gol que casi nunca cargaba con su culpa. Había que verlo impávido ante el acusador, que no podía soportar con dignidad los goles rivales. A fuerza de callarse, ese personaje entrañable con el tiempo le demostró al que tanto le reprochaba de qué se trata el fútbol. Acaso un juego que vale la pena compartir con amigos, más allá de la frivolidad que implica una derrota.
Aquel arquero bueno, pero bueno de verdad, es mi hermano. El otro, el delator, fui yo alguna vez. Hoy el Negro –el que era morochito– cumple años. Lamento no poder hacerle nunca un regalo tan grande como me hizo él: enseñarme el significado de jugar al fútbol.
5 comentarios:
Gracias Flaco, el mejor regalo lejos, aunque no lo creas me emocione mucho. Y aunque es verdad que me puteabas mucho, también me acuerdo cuando me regalaste el buzo del mono y que tampoco dejabas que otro me cague a pedo, en eso tenías el monopolio.
Una vez mas gracias, te quiero mucho.
Pues me uno a las felicitaciones para El Negro, como también me entrometo a recibir este texto como un regalo. 6 días esperando tu pluma, caray. Alegrando la vida, alegrando el fútbol. Mientras, yo lo llevo a la desdicha. http://www.elbuenfutbol.com/2009/12/12/la-diosa-y-el-futbol/
Un abrazo Marcelo, otro al Negro.
Elías Leonardo
Monumento al Negro!!! qué aguante, qué templanza... y qué arquero habrá sido!!!
De tanto insulto dejó el arco, no? Un campeón. Saludos!
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