En el ADN de mi familia hay dos marcas indelebles. Se tratan de la obligada herencia del apellido y la transmitida secuencia de amor por el equipo de fútbol.
Como entenderán, la cuidada cadena de sentimientos no tiene eslabones perdidos, por lo que la línea sucesoria es coincidente más allá de los años y la coyuntura. A mi abuelo paterno, por ejemplo, le tocó ser de Atlanta en la A, igual que su papá, que se hizo hincha hace más de un siglo, cuando se fundó el club. Y también es de Atlanta mi sobrino Santino, el nieto de mi abuelo, a pesar de que el equipo está amarrado con fuerza a la B Su papá, que obviamente es de Atlanta, fue el encargado de la iniciación. El ritual consiste en una primera visita a la cancha en un partido sin riesgos aparentes, la compra de una camiseta y, cada tanto, refrendar el estado de gracia del jovencísimo hincha con una pregunta retórica: "¿De qué equipo sos?".
El resto es parte de lo que la sociología concibe como proceso individual, vinculado con las inquietudes propias y la adquisición de identidad. Sin pretensiones de argumentos académicos, Santino es de Atlanta por legado familiar y punto. Y porque si no su papá se creará que fracasó en la recomendada trasmisión de colores de un equipo chico, que depende de la trabajosa tarea de cada hincha para sostener la subsistencia.
Lo dicho: Santino es de Atlanta como su papá, que también es de Atlanta como su papá, cuyo papá, también era de Atlanta.
En realidad, el sentimiento conciente del hijo de mi hermano por Atlanta está naciendo ahora, justo en los tiempos en que mi abuelo se acaba de morir.
Al abuelo de Santino, que es el hijo de mi abuelo, se le ocurrió que las cenizas de su papá fueran dispersadas en la cancha de Atlanta. Y así será.
Los molidos restos de mi abuelo vivirán en el lugar donde en mi familia tiene sede la impronta de la herencia por el sentimiento, mucho más confiable que la del apellido. Estarán ahí, donde Santino ya pide a gritos que lo lleven los sábados. Alguna vez él también podrá contarles esta historia a sus hijos. Que cuando la escuchen, seguro, tendrán puesta la camiseta de Atlanta.
Como entenderán, la cuidada cadena de sentimientos no tiene eslabones perdidos, por lo que la línea sucesoria es coincidente más allá de los años y la coyuntura. A mi abuelo paterno, por ejemplo, le tocó ser de Atlanta en la A, igual que su papá, que se hizo hincha hace más de un siglo, cuando se fundó el club. Y también es de Atlanta mi sobrino Santino, el nieto de mi abuelo, a pesar de que el equipo está amarrado con fuerza a la B Su papá, que obviamente es de Atlanta, fue el encargado de la iniciación. El ritual consiste en una primera visita a la cancha en un partido sin riesgos aparentes, la compra de una camiseta y, cada tanto, refrendar el estado de gracia del jovencísimo hincha con una pregunta retórica: "¿De qué equipo sos?".
El resto es parte de lo que la sociología concibe como proceso individual, vinculado con las inquietudes propias y la adquisición de identidad. Sin pretensiones de argumentos académicos, Santino es de Atlanta por legado familiar y punto. Y porque si no su papá se creará que fracasó en la recomendada trasmisión de colores de un equipo chico, que depende de la trabajosa tarea de cada hincha para sostener la subsistencia.
Lo dicho: Santino es de Atlanta como su papá, que también es de Atlanta como su papá, cuyo papá, también era de Atlanta.
En realidad, el sentimiento conciente del hijo de mi hermano por Atlanta está naciendo ahora, justo en los tiempos en que mi abuelo se acaba de morir.
Al abuelo de Santino, que es el hijo de mi abuelo, se le ocurrió que las cenizas de su papá fueran dispersadas en la cancha de Atlanta. Y así será.
Los molidos restos de mi abuelo vivirán en el lugar donde en mi familia tiene sede la impronta de la herencia por el sentimiento, mucho más confiable que la del apellido. Estarán ahí, donde Santino ya pide a gritos que lo lleven los sábados. Alguna vez él también podrá contarles esta historia a sus hijos. Que cuando la escuchen, seguro, tendrán puesta la camiseta de Atlanta.
11 comentarios:
Buenisimo, espectacular.-
CONMOVEDORA HISTORIA BOHEMIA. MUY BIEN CONTADA, CON MUCHO SENTIMIENTO.
PARA LOS QUE CONOCEMOS A TODA ESA FAMILIA NETAMENTE BOHEMIA ES EMOCIONANTE.
EL PP
Pobre Santino, igual está muy bien, de estas historias ya no quedan. Están por entrar en el libro de los Guinnes!!
Me emocionó la parte del abuelo!!!!!!!
Lamentablemente no quedan de esas historias, eso marca la perdida de valores que esta teniendo la sociedad, no hay nada mas lindo que compartir un momento de cancha con tu viejo, tu abuelo, tu tío o algun fliar. referente que tengas (es indescriptible), mas alla de que sea victoria empate o derrota, porque la victoria se disfruta más, y la derrota se digiere mejor en compañia de otro.-
Cambiar de equipo es como triunfar fuera de tu país, si no lo podes compartir con los tuyos no es lo mismo. Saludos
Legado mágico, donde la sangre no es fluido sino el canto de una histórica hinchada. ¡Qué más decir Marcelo! Dándole un sentido (psicogenealógico) al fútbol.
Elías
snifffff quiero un padre que me lleve a la cancha! un hijo que me pida que lo lleve!! y un abuelo que...quiero tu familia marce!!
EMOCIANANTE! Me hiciste llorar!
Darío
EMOCIANANTE! Me hiciste llorar!
Darío
Mi hermana me recomendo leerte lechu, y por el trajin diario y la llegada de Mateo (hincha de Racing y de Atlanta, pobre lo castigo con todo), la verdad me estaba perdiendo el placer de leerte, te felicito y los quiero. Ya vamos a ir todos juntos a ver al bohemio de nuevo.
Publicar un comentario